Incesto Materno

Entrevista a Estela Welldon

Por Moises Lemlij

“La maternidad confiere poderes inigualables que algunas mujeres utilizan erróneamente debido a sus propios problemas emocionales y a las expectativas sociales que recaen sobre ellas. Algunas mujeres maltratan a sus hijos; otras mantienen relaciones incestuosas con ellos.”.

En el XI Diálogo Latinoamericano de IPA- COWAP (Comité de Mujeres y Psicoanálisis de la IPA) sobre Parentalidades y Género, tendrá lugar una conferencia de Estela Welldon, Psicoanalista y Psiquiatra Forense de la Portman Clinic de Londres sobre “Incesto Materno y Paterno: ¿Vínculo maligno o solución a una disfunción familiar?”. Posee una extensa experiencia en el estudio de la sexualidad femenina y las perversiones y este año recibió un premio por su trayectoria otorgado por la Asociación Psicoanalítica Americana en Nueva York. Es autora del libro “Madre, virgen, puta” en 1988, y de próxima aparición “Jugando con dinamita”.

A continuación, algunas de sus ideas en una entrevista realizada por Moisés Lemlij .

ML: ¿Cómo formulas tus ideas?

EW: Hay tres áreas en las cuales he centrado mi trabajo y lo he hecho con éxito, en el sentido de que he podido plantear en forma más o menos clara y sencilla algunas psicopatologías un tanto complejas, en algunos casos dando origen a cambios positivos bastante profundos. Una de ellas se basa en la comprensión de la perversión, de donde ha resultado un concepto totalmente nuevo, el de la perversión femenina. Esto surge de mi trabajo en una clínica ambulatoria que atiende pacientes con este tipo de problemas antisociales y de violencia. La Portman Clinic, que forma parte de un trust de salud nacional con la Tavistock Clinic, trata psicoanalíticamente a pacientes que cometen actos en contra de la ley. La mayoría de ellos son hombres. Al tomar los antecedentes infantiles, siempre se encuentra una relación muy precaria entre el hijo y la madre. Muy frecuentemente la madre ha sometido al hijo a una especie de descuido y al mismo tiempo a un abuso físico, abandono y sobreprotección. A veces, la cosa física se extiende al abuso sexual de la madre al niño.

Estamos acostumbrados a escuchar a niñas jóvenes que con todo candor dicen y repiten con gran fervor que quieren tener un hijo con el objetivo de tener a alguien que las quiera. Es decir, en sus mentes y fantasías, el bebé es una especie de fetiche que está a merced del capricho, de la necesidad inconsistente de una madre que está esperando que el chico la quiera en forma incondicional. Desgraciadamente, las cosas no ocurren así. El chico nace, y como ya lo sabemos, este nuevo ser tiene sus propias exigencias y demandas que resultan totalmente inesperadas para estas mujeres que tanto anhelaban recibir sin pensar en lo que ellas deberían dar y a veces sacrificar por el hecho de convertirse en madres. Sabemos que una de las funciones paternas o maternas más importantes y “normalizantes” es la de ayudar y estimular en el ser que está creciendo los procesos de individuación e independencia. Pero en estos casos ocurre todo lo contrario, la madre tiene al chico como un objeto parcial, como un objeto que nunca va a experimentar tener su propio espacio y su propio lugar. Es decir, para estos chicos es imposible crear un sentido de identidad propia. Tienen lo que se llama el falso self, siempre hay una cosa de falsedad ante sí mismos, es como si no pudiesen permitirse tener una identidad propia. Esto me llevó a pensar mucho en qué estaba pasando que no se podía registrar o, aun más, que no se podía reconocer o conceptualizar, este tipo de maternidad nociva, qué pasa con estas mujeres cuando se convierten en madres.

Ahora, a pesar de estar muy interrelacionados, hay que darse cuenta de que el embarazo y el convertirse en madre son dos cosas distintas. Hay mujeres a las que les hace falta internamente tener la experiencia de estar embarazadas, porque eso les proveerá la evidencia concreta de que la parte interna de sí mismas no está dañada, no está destrozada, todo lo contrario, está totalmente perfecta. Pero cuando el niño nace, además de la evidencia de que la parte interna de esta mujer está intacta, da un gran reconocimiento de la parte femenina que puede continuar al tener un niño, pero en otras ocasiones ahí termina la cosa y se quiere dar al niño en adopción o dejarlo, por eso se ve muy frecuentemente niños abandonados recién nacidos en lugares públicos. A estas mujeres les es suficiente la función del embarazo, eso es lo que les hacía falta para un reconocimiento de que sus cuerpos están intactos. No creo que se deba hablar de estas mujeres como demoníacas o malas, porque se han sentido muy menospreciadas ellas mismas, no se han sentido valoradas por ser mujeres. Por eso es que siempre digo que para lograr una comprensión total de este tipo de maternidad, hay que retroceder por lo menos tres generaciones atrás. Cuando uno ve a una madre que ha maltratado a su niño, hay que verlo como una cosa transgeneracional, para que nos ayude en forma clínica y no en forma de juicio.

Por ejemplo, lo que se espera que sea el bebé, hombre o mujer, nos da la pauta sobre lo que va a ser el desarrollo del género. En ocasiones se espera tener una niña y se tiene un niño y esto orienta al niño en su elección de género o a cierto tipo de perversiones. También se observa que el consejo que con frecuencia se le ofrece a una pareja que acaba de perder un niño, en ocasiones incluso por parte de profesionales, es el de que tengan otro embarazo inmediatamente. Se veda así el observar un duelo que es tan necesario y se incentiva reemplazar la pérdida en forma maníaca. Dado que el niño muerto es el niño que no tiene defectos, el niño muerto es perfecto, lo que sucede es que no hay un espacio para este nuevo niño, y cuando lo ves en consulta te das cuenta de que es alguien que no parece que tuviera el derecho de tener un espacio en el mundo. Se nota bastante claramente que parece que no hubiera lugar en el mundo para ellos y, como decía Winnicott, también tienen que dejar una marca, un impacto en la sociedad para ser reconocidos.

Otra manera de querer ser madre puede obedecer a un deseo de control absoluto del niño, ante lo cual el niño quiere rebelarse, pero a veces no puede. Entonces, como ha tenido una infancia en la que ha sido tratado como un objeto parcial, el cual se usa o no se usa o del cual se abusa cuando es requerido por los otros, cuando llegue a ser adulto padece el mundo externo como si fuese totalmente normal, generalmente asociado con el componente sexual. Le hace falta estar en control de la situación porque ha sido totalmente controlado, usualmente por la madre. Esto se observa en forma muy aguda en la transferencia: siempre tienen que estar en control de la situación, ellos te dicen cuando comienza y termina la sesión, hacen todo tipo de maniobras, conscientes e inconscientes, para no caer o repetir la situación de confiar en alguien, especialmente en alguien a cargo de la autoridad. Pero, claro, eso se repite también en la transferencia.

Creo que el origen de las perversiones tiene que ver con una depresión muy primitiva que se remonta al momento del nacimiento: estas persona no se han sentido nunca queridas, bien recibidas, entonces tienen el deseo malsano de dejar una marca, de hacer algo que los identifique, de tener una identidad, aunque sea una identidad nada buena y que es importante que parezca peligrosa y muy riesgosa.

Es algo muy sabido que tan pronto nos encontramos confrontados con acciones perversas que salen en los periódicos, la respuesta es totalmente automática: juzgar, nunca entender. Quiero dejar en claro que estamos hablando de la perversión como un concepto psicoanalítico, psicodinámico, y no como una cosa moral, es decir, hay que usar el entendimiento, la comprensión, en nuestro trabajo clínico. Por ejemplo, mi observación previa de que la perversión tiene su origen en el intento de escapar de una depresión muy profunda es fácil de comprender cuando observamos que el acting out, la perversión o el acto delictivo tiene un resultado maníaco que se presenta como un arma en contra de la depresión, en ese sentido es una defensa maníaca. Otro ejemplo es que hay muchas formas de prostitución, tanto femenina como masculina, pero hay una forma de prostitución en la que la mujer se siente muy deprimida sin saberlo y tiene que salir y conseguir a alguien que quiera su cuerpo, sin importarle nada de nada. Esto está dando la pauta de que a esta mujer le hace falta un reconocimiento de su identidad femenina y que el dinero que le pagan no le interesa para nada. Esta situación le da un bienestar tan breve como falso. Digo que es falso porque desaparece muy pronto y se convierte en un nuevo sentimiento de depresión, de disgusto consigo misma, lo que la lleva a un ciclo vicioso que ocurre en su mente interna.

Hay una característica en las perversiones que consiste en tomar riesgos y aquí hablamos de personas que ocupan altos cargos públicos que pasan de la fama a la vergüenza. Es el caso del funcionario público que de repente se ve descubierto en hechos y situaciones en que ha roto las convenciones sociales. La sociedad responde escandalizándose. La persona se siente muy afectada pero además la sociedad se siente aturdida y atropellada por una cosa que no esperaba, no logra entender nada, se siente engañada por esa persona que estaba en ese alto cargo de gran responsabilidad y de repente debe comparecer frente a los tribunales por esas actuaciones delictuosas. Otro ejemplo de esto son los sacerdotes católicos pedófilos. El escándalo tiene que ver con que no se esperaba eso de esta gente. Lo que pasa es que esos cargos pueden tener una gran atracción para gente que tiene este tipo de problemas psicopatológicos muy profundos.

ML: ¿Y la perversión femenina?

EW: Cuando se habla de perversión femenina, se habla de la perversión de la maternidad, porque la perversión proviene del temor a la castración. Lo que el hombre hace de perversión lo hace con el pene, si la mujer no tiene pene entonces no tiene perversión. Freud hizo la ecuación entre el pene y el niño cuando dijo que el complejo de edipo en la niña se supera cuando ella puede fantasear acerca de tener un bebe del papá. Podríamos decir, provocativamente, que la mujer no tiene pene, pero puede tener niños, entonces la segunda ecuación es el poder de la madre que es inconmensurable, puede durar para toda la vida. El deseo de control es frecuente y es muy importante poder reconocerlo porque el problema es que de repente todo este poder se derrumba y la madre puede sentirse totalmente inútil cuando las demandas de un niño que está creciendo son difíciles o imposibles de satisfacer. Esta situación de inutilidad abruma a la madre, que se irrita por cualquier cosa y ahí es cuando cae en situaciones muy violentas en las cuales aparecen los abusos físicos con consecuencias para los niños y para la sociedad en general. El reconocimiento de estos hechos es muy importante para ayudar a estas mujeres que se sienten tan mal y que son criticadas, objeto de juicios ignorantes.

El axioma de Freud de que la sexualidad femenina es un continente oscuro es llamativo en sí mismo. El embarazo es una evidencia segura de que la mujer ha tenido sexo previamente y que ha habido una atracción sexual. Sin embargo, a la mujer embarazada se la ve o la asocia constantemente como una futura madre, no como a alguien que ha estado teniendo sexo. Creo que para entender las perversiones es muy importante hablar de los aparatos reproductivos en los dos géneros. El problema es que generalmente se asocia al pene con los hechos sexuales y a la mujer se la asocia con reproducción, con el aparato reproductivo. Cuando apareció el sida, los hombres se dieron cuenta de que bastaba con un solo encuentro sexual para contagiarse y sufrir consecuencias irrevocables, hasta perder la vida. O sea que para los hombres el acto sexual se asoció con la muerte. Antes de la píldora, la mujer sabía que con un solo contacto sexual podía quedar embarazada, que el sexo ocasional podía ser peligroso. Con el sida, por primera vez se estableció una situación de equilibrio y de igualdad entre el hombre y la mujer.

La falta de reconocimiento de que las mujeres puedan actuar en contra de sus niños es enorme. En terapia de grupo he visto que cuando una mujer habla de los “horribles” sentimientos que tiene frente a sus hijos, los otros pacientes reaccionan diciendo: “No seas tonta, no puede ser, tú te morirías sin tu hijo”. Eso hace que estas mujeres se sientan muy aisladas, juzgadas y sin acceso a ninguna ayuda.

ML: Cuando una mujer maltrata a un hijo se siente espantoso.

EW: Sí pues, lo que pasa es que hay una especie de identificación muy profunda con ese chico no querido que hace que inmediatamente se rechace y juzgue a la madre.

La terapia psicoanalítica de grupo es una técnica invaluable para este tipo de pacientes pero tiempo atrás había muchísima resistencia, una resistencia absurda de parte de algunos psicoanalistas. Esto no sucedía tanto en América Latina, pero aquí en Londres sí, no sé si por la herencia de Bion y de Melanie Klein. Me acuerdo que cuando llegué a mediados de los años sesenta todos los psicoanalistas estaban en contra de la terapia de grupo y existían una serie de prejuicios sobre ese tipo de pacientes, tanto de parte de los psicoanalistas como de los terapeutas de grupo, que postulaban que solo podrían beneficiarse si participaba solo un paciente de éstos en el grupo. Como sabemos, es muy importante que el grupo sea muy heterogéneo. La conducta antisocial, la falsedad, la violencia, pueden ser pronosticadas por otros pacientes mucho antes de que los terapeutas podamos verlo, es decir, en cierto sentido los terapeutas estamos protegidos en un grupo porque los otros pacientes van a intervenir inmediatamente. James Gilligan dice: “La violencia siempre es precedida por el acto subjetivo de sentirse humillado”. El problema es que nosotros no sabemos qué es lo que puede humillar a un paciente, en el sentido de que tiene traumas muy antiguos que algunas veces son cosas reales, otras no. Cuando haces cualquier alusión a algo de eso, el paciente hace una especie de descarga inmediata a toda la cosa interior y muy primitiva, entonces la reacción parece ser totalmente exagerada a lo que se ha dicho, pero que está de acuerdo a lo que el paciente ha experimentado en tiempo anterior y que lo ha llevado a sentirse muy, muy humillado. Es un tipo de humillación persistente y repetida, o sea que va a querer hacer algo en forma física y violenta inmediatamente.

ML: ¿Qué hay del feminismo? Muchos te consideran a ti como una gran representante del feminismo.

EW: La verdad es que en esto también encontramos paradojas. Por ejemplo, cuando salió mi libro Madre, virgen, puta en 1988, había en Londres una librería feminista que al inicio se negó a venderlo porque asumió inmediatamente que yo estaba demonizando a las mujeres al escribir algo que cuestionaba la veracidad del instinto maternal y al exponer por primera vez relatos auténticos de algunas mujeres que, en estado de desesperación, golpeaban a sus hijos y hasta abusaban sexualmente de ellos, al sentirse impotentes frente a las necesidades de sus niños. Solo cuando leyeron bien el libro se dieron cuenta de que mi intención era crear recursos para ayudar a estas mujeres reconociendo primero un problema muy serio que era ignorado totalmente.

En general creo que en realidad las mujeres luchamos por muchas cosas por mucho tiempo, hay cosas que se han arreglado pero hay otras en las cuales no se observan cambios significativos. Algunas veces se ha despreciado los logros que conseguimos, la gente joven da por sentado las ventajas obtenidas. La competencia femenina puede también ser muy cruel y como de costumbre las mejorías se han logrado en las clases sociales más altas, falta todavía mucho en las clases sociales bajas.

Creo que lo más importante es el pago igualitario entre hombres y mujeres, esto ha llevado a todo tipo de problemas también, porque ahora las mujeres esperan terminar una carrera para tener hijos más adelante, para poder tener una vida más independiente. En los matrimonios actuales la gente está mucho más preparada para compartir todo. Pero también quiero mencionar una cosa: nosotras, las mujeres, muchas veces somos responsables de la desigualdad. Por eso, a los hijos varones tenemos que inculcarles la idea de compartir todas las tareas domésticas. Además, hay ahora una disposición a la competencia entre las mujeres que es bastante alta, entre las mujeres se ha incrementado últimamente una competencia del tipo Thatcher, eso de sentirse mujer única y excepcional, un tipo machista. Se ha impuesto un sistema de mujeres que se miran a sí mismas con un aspecto sexista mucho más profundo; creo, por ejemplo, que las mujeres que viven solas en Estados Unidos se sienten aisladas y despreciadas, lo cual no ocurre en Europa.

Es muy importante darles a las mujeres la opción de ser o no madres. El problema es que las mujeres estamos sometidas a cambios cíclicos muy importantes como la menopausia, que aparece muy amenazante en mujeres que estaban convencidas de su deseo de no tener hijos y que de repente se encuentran sin la posibilidad biológica para serlo. Esto produce un tipo de ambivalencia muy profunda con su consecuente estado de frustración e infelicidad.

ML: Son más de veinte años desde la aparición de tu libro Madre, virgen, puta, que ha producido un enorme cambio en la manera de pensar en relación a la mujer en general, en relación a la patología alrededor de la mujer y en relación a la patología del sadismo y el masoquismo en general. ¿Cómo cambiaron las cosas en estos veinte años?

EW: Primero, en lo que tiene que ver con la patología de la mujer, la maternidad, ese tipo de cosas, creo que se ha cambiado mucho, se escucha mucho más hablar de eso. En 1988 este problema no era reconocido y menos definido. Cuando iba a dar conferencias sobre el tema de la maternidad como una perversión sexual en las mujeres equivalente a la de los hombres, me acuerdo que me decían o me escribían cosas como: “desde que la escuché he empezado a ver mujeres que tienen ese tipo de problema”, o sea que si bien el problema existía, no era visible. Evidentemente produce demasiada carga afectiva. Como decía antes, hay una inmediata y tácita identificación con el niño no querido y un rechazo a la mujer, que sabe desde el principio que no va a ser escuchada y entonces se aísla totalmente. El hecho de no poder hablar de esto hace que el problema se agrave.

Ahora se escucha mucho más, han salido muchos más casos de éstos a la luz. Una cosa muy alentadora y gratificante que ocurrió recientemente, es que escuché en un programa de la Radio 4 de la BBC que se llama “La hora de la mujer”, a una médica de familia que hablaba del cambio que ha habido en relación a la manera de entender la depresión posparto. Siempre se dio por sentado que se debía a cuestiones hormonales, pero ahora se le pregunta a la mujer embarazada cómo se siente con el embarazo. Es decir, no se da por sentado que el embarazo siempre es una cosa bienvenida, equivalente a la salud mental de la mujer. Ahora se reconoce que la mujer puede estar, consciente o inconscientemente, a disgusto con el embarazo, o sea que la depresión posparto puede deberse también a conflictos que la mujer ha tenido durante el embarazo.

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