Aniversario de la muerte de Freud: Los lapsus en serie

Qué mejor homenaje al maestro que recordar alguno de sus descubrimientos, como los lapsus que, después de Freud, dejaron de ser simples equivocaciones para convertirse en indicios del inconsciente.

Sabemos que los lapsus generalmente expresan un deseo que no ha salido a la luz, como el sencillo y transparente ejemplo freudiano de aquel encargado de abrir las sesiones de un Congreso médico, que agregó la frase “ y, por todo esto, es un placer para mí, cerrar el presente Congreso.”

Es cierto que quien más, quien menos, se olvida un nombre, deja el paraguas en un taxi, se desorienta en su propia ciudad, o busca los anteojos por toda la casa como si no los tuviera puestos y también, en general, se llena de reproches por el tiempo o el objeto perdido.

Quizás no se repare en cambio en lo frecuente que es lanzarse a una cadena de lapsus, como los que protagonizó Ricardo Piglia en su juventud, y que cuenta en su libro “Los diarios de Emilio Renzi”, un miércoles 23 de enero de 1966.

“…tenía 500 pesos para terminar el mes, me detuve en un kiosko, gasté 250 pesos en las Memorias de Mansilla” y, ya aceptada la trampa, la olvidé en el subte.”

Más allá de descubrir el por qué de la trampa de gastar la poca plata que le quedaba de una manera insensata, y luego volver a tirar la plata al olvidar el libro en el subte, hay un paso que aumenta el malestar, y es culparse “por haber sido tan gil”, o, lo que es igual, desmerecerse considerándose un delirante. Veamos lo que Piglia escribió al día siguiente: “Después de mi delirio de ayer en el subte hoy pago las consecuencias. Solo tengo 80 pesos para pasar el día y después el vacío. No hay modo de conseguir plata hasta el 10. Veré que hago.

Evitar una cadena de lapsus puede no ser posible, pero, por lo menos, no agreguemos el pago extra de reprocharnos por haberlos cometido. Una vez más, agradecemos a Freud por su legado, que lo mantiene siempre vivo.

Lic. Gloria Gitaroff
Psicoanalista titular en función didáctica de APA