Palabras introductorias de la Secretaria Científica del mes de Septiembre

¿Por qué Joyce hoy? Porque a principios del siglo pasado inició la aventura de lo que hoy denominamos bipolaridad; sus cambios de humor alternaban con la psicosomatosis (padecía de glaucoma y úlceras) y la creación. Su caso es paradigmático de lo que hoy ocurre en la clínica de algunas melancolías, sobre todo en una época de depresiones extendidas desde la infancia a la vejez.

Considero a Joyce como una melancolía ordinaria no psicótica, diagnóstico que los invitamos a debatir durante el mes de septiembre.

La escritura le ha permitido a Joyce incorporarse al lazo social haciéndose de un Nombre Propio al descomponer la lengua inglesa y gaélica. Su nuevo estilo literario, al que incorporó sus “epifanías”, le hizo de suplencia de un desgarro imaginario. Cuando el imaginario se constituye fallidamente, el Yo-Cuerpo se ve afectado por la caída del amor propio de sí. A esta falla no psicótica, Lacan la denominó Forclusión de Hecho o forclusión del sentido. A mi gusto se produce una forclusión focalizada debida a dos desmentidas que dejan sin abrochar a lo simbólico y lo real, al sentido y al sinsentido. El sinsentido hace a la metáfora, en cambio el no sentido de Joyce revela una posición de externalidad subjetiva.

Para Jung Joyce era psicótico al igual que su hija Lucía. Para otros, Joyce se ubica en los estados fronterizos. Freud describió las psiconeurosis narcisistas a las que consideró psicosis e incluyó en ellas a la melancolía. ¿Qué opciones y recursos alternativos ofrecemos los analistas a la medicación antidepresiva? Pienso que podemos ofrecer una clínica de las suplencias que enlace los goces que perturban la demanda, a un lazo subjetivante.

Mirta Goldstein
Secretaria científica