China al diván

Por Teresa Yuan, artículo de “Dang Dai”, nº 6

Con motivo del 18º Aniversario de la APA en China

Este es el relato de una hermosa aventura en mi amada tierra China, en la búsqueda de mi familia paterna y con el gran desafío de llevar el legado de otro padre, el del psicoanálisis, representando a la institución fundada por Sigmund Freud en 1910. Mi padre llegó a Argentina en 1929, oriundo del sur de China y yo llegué a Beijing el 19 de junio de 1995. Apenas lo hice, la Asociación Nacional de Medicina me contactó con las autoridades del área de Salud Mental. Aunque yo no hablaba chino fluidamente, para mi sorpresa y emoción desde el inicio todo me resultó familiar. La musicalidad de la lengua sus tonos y ritmos eran para mí dulce melodía. Reconocía el significado de algunas palabras y frases así como captar conversaciones contextualmente: hábitos, costumbres, olores y música reproducían el ámbito familiar de mi infancia y juventud en nuestra comunidad china porteña.

Desde el comienzo hubo una mutua resonancia con los colegas y el equipo del hospital, la lengua no fue una barrera. Eso se extendió a la empatía, la transferencia y contratransferencia con los pacientes, pues desde el inicio nuestro modelo de enseñanza incluyó la mostración de entrevistas clínicas a pacientes, modelo desarrollado en el lnstituto de Psiquiatría Infantil de la Universidad Médica de Beijing (Peking University) y el Hospital Psiquiátrico Anding utilizando al comienzo el idioma español con asistencia de intérpretes.

En esa gran experiencia representé a la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), a la API (Asociación Psicoanalítica Internacional) y al gobierno argentino, que auspiciaron mis actividades en China.

Hasta 2001, la API no financió nuestro trabajo; mis viajes y trabajo se financiaron por mi deseo y el de mis colegas chinos de desarrollar el pensamiento psicoanalítico en China. Me proveían alojamiento y comida, en el austero modo con que alojaban a profesores chinos invitados a la universidad o el hospital. Y yo no hubiese cambiado aquel entorno por otro más confortable. Me otorgó el privilegio de acuñar experiencias desde el interior del sistema social e institucional, de compartir y vivir situaciones cotidianas, prácticas psiquiátricas, la relación con los pacientes y sus familias; quienes siempre acompañaban a los internados. Eran situaciones de contraste con lo que acontecía en los hospitales psiquiátricos en Occidente y mostraban grandes diferencias de valores culturales. En esos alojamientos, algunas noches de guardia en el hospital, mientras cenábamos o tomábamos té, intercambiábamos mutuas curiosidades. El incremento de nuestra labor y el creciente interés en China de los psicoanalistas de nuestra comunidad cimentaron la formación de la División China en el Subcomité de Asia de la API. Y fui designada Directora de este primer espacio chino en la API.
Asistieron a nuestros programas de formación psiquiatras, médicos y psicólogos seleccionados en Wuhan, Harbin, Chengdu, Mongolia Interior, Xi’an, Shanghai, Su Zhou, Konming y Guangzhou. La concurrencia de unas 300 personas a la primera conferencia pública fuera de Beijing; en Wuhan en 1998, nos mostró el gran interés del pueblo chino por las nuevas concepciones sobre el psiquismo que llevábamos.

Nuestro modelo de enseñanza surgió de la demanda de los profesionales y se hizo según el modelo freudiano basado en la psiquiatría francesa: la observación clínica a la teoría, incluyendo la demostración de entrevista a pacientes previas a la discusión del caso.

Como no contábamos con video-cámaras para observar desde otro recinto, en las entrevistas clínicas estaban todos los profesionales del seminario. Eran escenas que evocaban el tiempo inicial, Charcot en la Salpetrière. Se podía observar el atento seguimiento de los colegas chinos, el asombro que daba lugar a inteligentes preguntas sobre el psiquismo, a reflexiones que, entrelazadas en la cultura, nos enriquecían y anticipaban el florecimiento del psicoanálisis en China.

La singularidad de las estructuras de personalidad de los pacientes chinos, sus hábitos familiares, sus malestares y modos de enfermar, no me resultaban extraños.

Entretejiéndose en la singular experiencia compartida de la empatía y mi contratransferencia, retornaban mis orígenes, mi familia, nuestra comunidad china.

El Psicoanálisis se está incluyendo en la cultura china en la producción de subjetividad de la época, en los cambios y producción de nuevas subjetividades en la sociedad china.

Mis primeros y aventurados pasos de aquel desafío dieron lugar a profundas marcas en mi subjetividad, relacionadas con dos significantes: yuan y xiao. Es decir, significantes relacionados con el acto simbólico de una transmisión, por un lado ligada a mi filiación y por el otro, a la transmisión del Legado de Freud a los psicoanalistas chinos, quienes a su vez desde su singular subjetividad, por vía del análisis, lo transmitirán en su lengua y desde su marco cultural a futuras generaciones de analistas chinos, en tanto nuevo destino del Psicoanálisis.